miércoles, 21 de noviembre de 2018

Música desde el subsuelo


Perhaps music is different form other ways of
listening in that the world it is listened is special.
Though perhaps not, as perhaps listening is always
a special world; the world of the grass, the world
of the trees,  the world of the night sky, and so on.
- John Maus

E
l sol rehúye a la capital mexicana. Afuera los nubarrones advierten el refugio. Sobre la avenida Bucareli la lluvia es reacia a aminorar su caída. Entonces la carretera apenas es un despojo de asfalto y las pocas personas que transitan sobre las banquetas son sombras inermes. La avenida, llamada ‘franja de gacita’ por el escritor mexicano J.M. Servín debido a las innumerables manifestaciones que han suscitado la instalación de murallas metálicas en los alrededores del edificio de la Secretaría de Gobernación, requiere entonces de un lugar al cual llamar guarida.
Y por suerte existe.

  



El Cuartel, ubicado en el número 66 de la avenida Bucarelli, cumple cabalmente la expresión latina nomen est omen (el nombre es el destino): lugar que hace las veces de bar y foro, es también un cuartel para la música independiente en la Ciudad de México.  



Aún llueve. El encargado de El Cuartel echa un vistazo a la avenida. Afuera no hay más que agua encharcada en la banqueta y una patrulla a la entrada del foro. La cita era a las 7:00 p.m., sin embargo tanto el público como las bandas se han retrasado debido a la lluvia. 

El evento, llamado 'La noche salvaje', presenta a Isaad (Morelos), ACTY (Hidalgo), Mystique Youth (Ciudad de México) y Useless Youth (Toluca), cuatro proyectos emergentes, cada cual con su estilo propio, pero con un compromiso íntimo con la música.


Música undergorund, que viene desde el subsuelo.
Cartel de 'La noche salvaje', publicada por Useless Youth en su página de Facebook.


La escena independiente parece no necesitar horarios fijos: no complace, sin embargo tampoco decepciona. Funciona con un ánimo distinto porque ve en los resquicios más escondidos de la urbe mexicana  una oportunidad entre miles: bandas y público aprecian aún más los pequeños detalles.




Solidaridad. 
 Las bandas se prestan entre sí instrumentos, amplificadores, pedales y micrófonos.







Isaad es el proyecto de Isaac Díaz, oriundo de Zacatepec, Morelos. 



La intimidad que Isaad busca transmitir a través de su música es la misma que yace en su habitación, oculta detrás de sus cortinas. ‘Porno de media noche’, un álbum del morelense es un de buen ejemplo: "Cuando me masturbo dice Isaac siempre me inspiro. Busco tener un contacto con el placer de alguna manera, y todo eso trato de extenderlo hacia las personas que me escuchan y observan".

Isaad, toca para todo aquél que quiera escucharlo: "bienvenido todo aquél que desee entrar a mi cuarto. La intimidad que busco a través de la música es hacer sentir a las personas que están en mi cuarto; que estén tranquilos, escuchando música, fumando, jugando videojuegos".

El desamor y la soledad son el leit motiv de sus canciones. como menciona, "la soledad no significa estar solo propiamente, sino aprender a disfrutar las cosas que uno tiene, las cosas que uno siente".

Tocar en vivo, para Isaad, significa divertirse: busca las caras de las personas, cómo 'se sacan de onda', dice, pues sobre el escenario se desenvuelve en movimientos bruscos, en bailes extravagantes; canta con el corazón en el diafragma, grita sus sentimientos, escupe su soledad y de las cuerdas de su guitarra rezuman sus recuerdos. Isaad busca unirse con su público. 

Issac afirma que en Morelos la escena realmente no tiene soporte ni difusión, sino solamente pequeños grupos que se apoyan entre sí, pero nada más. Su caso no es especial, pues muchas puertas se le han cerrado: la difusión de los proyectos emergentes se ve opacada por la atención que se le presta a una parte de la escena musical independiente de la Ciudad de México —Hawaiian Gremlins y del norte del país —Los Blenders, Señor Kino

"Es lo que hace falta dice Issac, una mayor difusión porque en Morelos hay buenos proyectos, muy buenos, pero que por alguna razón no logran tener el apoyo necesario.    

















































De las paredes de El Cuartel la música busca una salida. En este lugar la entropía es el mensaje. La escena musical independiente de la Ciudad de México es uno de esos lugares donde confluyen ideas, estilos y personalidades diversas. 

Allá afuera hay proyectos y talentos ignorados. Habría que buscar nuevos espacios donde presentar lo que está esperando ser descubierto; la música puede esconderse en cualquier rincón del mundo, y es posible llegar a la gente, poco a poco, a través la sinceridad escondida en el compromiso de estos proyectos y de lo que hacen. El ideal de esta escena, en parte, es la ausencia de egoísmo, como debería serlo en todo arte porque a pesar de todo, como menciona Tarkovsky, penetra milagrosamente en nuestro corazón.



En esta escena el público no espera, pero aun así exige: reclama un paroxismo temporal; el público baila, salta, canta; el público se regodea al lado de desconocidos. Si la música une nuestras inhibiciones, ¿por qué esta escena no puede solidarizar nuestros objetivos? 

En la música subyace a algo más profundo, más esencial y fenoménico; es la sustancia de la expresión de lo que el hombre hace con su vida, de lo que ve, siente, toca; de lo que ama, de lo que pierde, de lo que teme. En ese querer-saber, hay también un querer-poder; poder escuchar, desentrañar de los siglos el conocimiento de los dioses ocultos detrás de la música; extraer, en fin, del aire, ondas supersónicas, capaces de destruir nuestro espacio, de contraer el tiempo, de crear galaxias y viajar por el mundo como El arquitecto, de Cărtărescu.

Escuchar, por fin escuchar.


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